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La ciudadanía digital, también conocida como e-ciudadanía o ciber-ciudadanía, se define como el conjunto de habilidades para involucrarse y navegar de forma positiva, eficaz y congruente en el entorno virtual. 

Si bien es cierto que desde hace una década la educación para la ciudadanía digital constituía una de las prioridades en el currículo de estudios, después de la emergencia sanitaria se ha convertido en un imperativo. Hemos comprobado cómo las plataformas virtuales permitieron la educación a distancia cuando tuvimos que prescindir forzosamente de la presencialidad. Sin exagerar, podemos afirmar que la virtualidad salvó la educación durante estos dos años. 

Este vuelco vertiginoso en el terreno educativo aceleró la migración digital en general, la cual ya se estaba dando de manera natural. Con ello, se han generado nuevas inquietudes con respecto a la definición de criterios claros que nos ayuden a ser responsables en estos nuevos espacios. 

Pero lejos de responder con lineamientos complejos, es de recordar que al ser sociales virtualmente, y a través de plataformas digitales, es un deber el seguir los mismos parámetros con los cuales nos desenvolvemos en la sociedad de forma presencial.  Al final de cuentas, el concepto de ciudadanía es el mismo, lo único que ha cambiado es el entorno. 

Criterios para ejercer una adecuada ciudadanía digital

Interacciones inteligentes

Al contar con un correo electrónico, al dejar un comentario en un video de YouTube, o al suscribirse a un canal, estamos haciéndonos visibles para los demás. Inmediatamente se abre la posibilidad de que alguien pueda contactarme y tener acceso a información disponible vinculada a mi persona. 

Pero, ¿quién está detrás de la otra pantalla?, ¿a quiénes estamos contactando? Debemos ser cautos en nuestras interacciones hasta estar seguros que la otra persona con quien interactuamos es de confianza. Estamos viviendo, sin duda, una época en la que se han abierto posibilidades de conversar de forma inteligente para el intercambio de experiencias e información nunca antes pensadas. 

Empatía digital

Existen infinidad de ejemplos en los que se pueden generar situaciones de desventaja en las plataformas virtuales, las cuales pueden facilitar la intimidación hacia el más vulnerable. Educar en ciudadanía digital implica inculcar la empatía suficiente para que cada persona tenga en cuenta que el “otro”, aunque no esté visible, es un “alguien” con valores, sentimientos y una historia. 

Nadie debe tener derecho a ridiculizar mediante el uso de una imagen o texto agresivo en público. Al contrario, los nuevos medios deben motivar el trato con respeto y empatía hacia otro, que como yo, busca una experiencia de conocimiento.

Respeto a lo intangible

En este punto nos referimos a la autoría de ideas, imágenes, y todo tipo de propiedad intelectual que quizás, por no ser un bien tangible, podría conducirnos a un juicio erróneo y facilitar el apropiamiento de lo que no es mío. Recordemos que no toda la información es para uso libre. 

La ciudadanía digital implica reconocer la propiedad intelectual, y si extendemos el término, podríamos también referirnos a una propiedad digital. Tomemos en cuenta los archivos de música que requieren estar liberados para su uso gratuito o citar apropiadamente definiciones que usamos en nuestros espacios virtuales, entre otros. 

Más aún, cuando seamos nosotros los que recibimos ese crédito por parte de los usuarios de contenidos que nosotros hemos generado, experimentamos que verdaderamente se crea una comunidad.

Calidad humana en lo virtual

Nuestra comunicación en línea refleja nuestra formación. Recordemos que la ciudadanía digital es solo la traspolación de nuestros valores cívicos a otro entorno.  Siempre debemos tener presente que los “otros” son también ciudadanos digitales y se merecen la atención y el respeto debido. 

Algunos gestos sencillos que nos ayudan a no perder la calidad humana en el trato virtual, es saludar y despedirse en un aula virtual al inicio y al final de una clase. Otro ejemplo es visible cuando se generan discusiones en redes sociales o en alguna plataforma educativa. 

Todos tenemos derecho a expresar nuestra opinión pero existen formas de hacerlo respetuosamente sin hacer sentir menos a quien sostiene una postura diferente a la mía. Es así como los entornos digitales llegan para ampliar las discusiones y brindarnos oportunidades nunca antes exploradas. Nos proporcionan pluralidad, diversidad, y la necesidad de tolerancia y respeto, que son la base de toda convivencia.

Debemos aprender a ser cuidadosos de nuestros accesos en dispositivos que no son de nuestro uso personal. No es desconocido para nadie que varias cuentas se vinculan automáticamente con nuestras redes sociales y perfiles; por ello, cuando debemos realizar una actividad que requiera brindar nuestra contraseña y acceso a una cuenta, asegurémonos de cerrar la sesión de forma adecuada. 

De la misma forma en que cuidamos nuestros bienes, como no dejar la llave de nuestra casa o casillero de la escuela tirada en cualquier lugar, debemos cuidar cada aspecto de la propiedad digital. 

Higiene de contenidos

Las tendencias están a la orden del día.  Existen desafíos, noticias falsas o memes que se hacen virales en cuestión de minutos. Nunca debemos olvidar algo, antes de difundir una noticia, se debe corroborar que la fuente sea confiable y no contribuir a convertir en tendencia algo que éticamente sea dañino para la sociedad en general o para un individuo. Imaginemos ahora todas las posibles vías de divulgación de contenidos que no solo informen, sino que ennoblezcan al otro; y todo esto, sin límites territoriales ni fronteras. 

Autenticidad

Aún cuando una persona se define por múltiples elementos, lo que publicamos y dejamos visible crea una imagen personal expuesta para los demás. Todos compartimos fotos, ubicaciones de lugares que visitamos, nuestra comida favorita, películas que hemos visto o productos que consumimos. Con todo ello proyectamos una identidad, generando opiniones sobre mi personalidad. 

También, en esto debemos intentar ser congruentes con la realidad de nuestro ser.  Es cierto que esforzarse por no vivir de apariencias en un mundo que se rige por ellas parece imposible, pero no lo es. A la larga, si coincide tu perfil, fotografía e información con la persona que realmente eres, las interacciones en los entornos virtuales serán auténticas y sin fachadas. Todo este proceso nos lleva automáticamente a hacer una evaluación de nuestra imagen y nos impulsa a la superación y consideración del “ser en sociedad”.

Desafíos en la era de la ciudadanía digital

La brecha digital

Para educar en el respeto y civismo que implica la ciudadanía digital no hay que ignorar la necesidad de prevenir riesgos derivados de las dinámicas ajenas al propio funcionamiento de los entornos digitales. 

En primer lugar, debemos tener en cuenta la ruptura y brecha digital. Recordemos a las generaciones de docentes, padres de familia y directivos de instituciones educativas que no manejan estas tecnologías. Un adecuado programa de ciudadanía digital debe abordar la inclusión de aquellos que no son nativos digitales, e incluso no desvincular a las personas que no desarrollaron las habilidades para migrar totalmente a lo digital.

Esto se logra mediante la adquisición de equipos, sumado a la respectiva capacitación tanto de educandos como de docentes y directivos en las nuevas tecnologías. Además, la propuesta del uso de las plataformas educativas digitales de forma transversal constituye un camino claro a seguir. 

El uso de las tecnologías es trabajo del maestro de computación en cuanto al descubrimiento de la herramienta, pero la aplicación continua de estas habilidades depende de todos los demás maestros y actores educativos y sociales que utilizan estos medios para lograr evidencias de aprendizaje competentes. 

Movilidad social 

En Latinoamérica existen abismos entre una clase social y otra. Por ello, la ciudadanía digital es un llamado a los que tenemos “mayores oportunidades digitales”, a trabajar por un desarrollo y progreso que incluya e impacte a sectores de la sociedad menos afortunados, generando así una adecuada movilidad social y no el lamentable estancamiento social. 

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La ciudadanía digital es un fenómeno imparable y una meta a conquistar. Ante todo, es un trampolín que brinda oportunidades educativas no solo a nivel de contenidos, sino también a nivel humanístico. Es fascinante lo que hemos estado viviendo en estos últimos años y no son pocas las instituciones que se han subido al barco de la formación en la ciudadanía digital. 

Todos los desafíos que planteamos nos motivan para seguir en este esfuerzo continuo: gobierno, instituciones educativas, y sociedad civil están destinando energías humanas y recursos para lograr la inclusión deseada. Al adquirir equipos, incluir el uso de tecnologías en el currículo escolar de forma transversal y proponer esta formación desde los primeros años del sistema educativo, nos colocamos en el umbral esperanzador de una verdadera y esperanzadora Ciudadanía Digital. 

Diana Vigil

Diana Vigil

Redactora nivelA

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