No cabe duda que la docencia es una vocación. No desempeñamos este trabajo ni por el dinero ni por el estatus social, tenemos la conciencia de tener un propósito, y así lo realizamos. Pero a veces, conservar de manera vibrante nuestra vocación de maestros, es difícil.
Es por ello que te queremos brindar algunos recordatorios, a modo de decálogo, que te mantendrán al pie del cañón en esta noble labor.
1. Hacemos las cosas por los chicos.
No olvidemos que ellos son los beneficiarios de nuestros esfuerzos. En ellos trascienden nuestros conocimientos y lecciones de vida. Hoy, más que nunca, nuestros alumnos necesitan figuras sólidas y estables en medio de un mundo demasiado tambaleante.
2. La educación es el catalizador de los verdaderos cambios.
Tanto líderes mundiales como la gente común considera que los cambios profundos en una sociedad se originan por medio de la educación. No se equivocan. Y aunque en todos los países existen problemas de raíz en los sistemas educativos, la realidad es que la regeneración del tejido social es una labor artesanal: alma a alma, uno a uno, persona a persona.
3. Tenemos un mensaje y lo queremos compartir.
Hoy existen numerosos influencers y uno de sus dolores de cabeza más recurrente gira en torno a qué tipo de contenido crear. Los maestros tenemos contenidos significativos y abundantes. Lo común es que, al contrario de los influencers, a nosotros nos faltan horas de clase para poder cubrir los programas que nos proponemos.
4. La docencia nos permite la trascendencia.
Ser maestro es una profesión sacrificada y en ocasiones llena de ingratitudes. Pero en más de una ocasión quien se dedica a la docencia ve cosechados sus frutos. Uno de los frutos predilectos es la certeza de que lo que estamos enseñando habilita a la persona, que en este caso es nuestro educando, a algo que le servirá toda la vida. Ya sea algo muy práctico, o al menos la capacidad de ejercitarse en sus habilidades de razonamiento lógico. Estas experiencias se convierten en una compensación que el dinero no puede sustituir, e incluso lo supera.
5. La docencia encierra múltiples enseñanzas.
No solo los alumnos aprenden de ti, sino que tú también te llenas de enseñanzas de los alumnos. Actitudes, información nueva, o incluso la gestión de problemas de formas tan distintas nos amplían la perspectiva, convirtiéndose en nuestro mejor ejercicio de dinamismo.
6. Ser maestro requiere una actualización continua en el área del conocimiento.
Aún cuando se trate de asignaturas muy teóricas cuyo contenido permanece a pesar del paso de las décadas, lo real es que cada año nos renovamos. A veces es en cuestión de ejemplos o en casos prácticos. Otras ocasiones consultamos nuevos y más recientes autores. Y en otros momentos, sencillamente cambiamos los recursos didácticos para entablar una comunicación efectiva con los alumnos.
7. Es una oportunidad para contagiar a otros lo que nos apasiona.
Es el caso de muchos docentes que están apasionados por una rama del conocimiento específico y la profesión de la enseñanza, permite dejar este legado a una futura generación. Incluso nosotros mismos podemos rastrear nuestras inquietudes vocacionales en algunos maestros que tuvimos en la infancia, adolescencia y juventud, los cuales despertaron interés en su materia, tan solo por su forma de impartir las clases. No dejemos de lado la evidencia contundente de que cuando algo nos encanta, se nota. Ser maestro nos pone constantemente en la situación de tener que hablar mucho de lo que nos apasiona.
8. Las instituciones de enseñanza toman en cuenta el nivel académico de un profesionista.
En el ámbito de la docencia encontramos uno de los escasos lugares en los cuales la remuneración es proporcional a la preparación recibida. Así que, aprovecha cada espacio de formación que puedas tener, ya que en la actualidad existen diversos canales de aprendizaje para cada uno, desde cursos gratuitos en plataformas online, hasta videos interactivos en YouTube, todos con un alto valor de enseñanza.
9. Provee flexibilidad de horario.
Aquí nos referimos al tiempo de calidad con la familia. Usualmente el maestro goza de una flexibilidad que le permite estar más presente en casa, o al menos compatibilizar sus horas de trabajo con el tiempo de escuela de los hijos. Además de que los calendarios también liberan buena parte del verano para tomar unas merecidas vacaciones en compañía de los seres queridos.
10. La convivencia con los niños o los jóvenes nos aporta originalidad y energía.
No cabe duda de que el contacto diario con personas jóvenes nos renueva. Con sus ocurrencias y dinamismo nos mantienen atentos y dinámicos. Se trata de reconocer en ellos esa forma de vida que genera empatía, frustraciones, amores, y demás acciones que solo el ser humano posee.
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El camino puede mostrarse escarpado pero sin duda es un camino que vale la pena recorrer. Se cosechan frutos y se ven flores durante todo el recorrido. Tengamos en cuenta siempre estos diez recordatorios y cuidemos nuestra vocación de docentes.