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Hace unos días me puse a revisar y organizar todas mis pestañas de favoritos, carpetas, fotos y correos electrónicos; me reservé 2 horas de “tiempo dedicado” y me tomó más de 5 horas organizar toda mi información en la nube.

En un escenario presencial, esto no ocurriría, porque soy maniática del orden, y quienes me conocen podrán dar fe de eso. Pero, ¿por qué mi nube sí estaba llena de información “para leer después”, “guardada porque es interesante y puedo necesitarla luego” “todo tipo de correos electrónicos, organizados con etiquetas, pero ni se me ocurre borrarlos porque la mente es frágil y puedo necesitar el histórico”, “fotos y videos repetidos, que ni me acordaba o interesaba que estuvieran guardados”, “carpetas y documentos que empecé a crear o utilicé una solo vez y que no hay necesidad de tenerlos”?

Y entonces, aún cuando tenía un sistema de almacenamiento para ordenar fotos, correos electrónicos y documentos importantes, éste no estaba siendo eficiente. Tenía mi nube llena de archivos, correos y fotos de “por si acaso o porque me olvidé”. Básicamente, estaba sufriendo del Síndrome de Diógenes Digital.

¿Síndrome de Diógenes Digital? ¿Yo?

Sí, si sientes que no puedes o debes borrar archivos y fotos almacenadas en tus dispositivos electrónicos o en la nube “porque puedes necesitarlos después” y terminas guardando prácticamente todo en la memoria interna de tu celular, Google Drive o Google Fotos, y luego simplemente olvidas todo el material que creaste y existe. Lamento decirte esto, pero sí, sufres del Síndrome de Diógenes Digital.

Conozcamos un poco más:

Cuenta la historia que Diógenes fue un filósofo griego, quien por decisión propia vivió una vida de completa austeridad y desprendimiento material. Sin embargo, la definición de “Síndrome de Diógenes”, es completamente opuesta y contradictoria a la vida de este filósofo, ya que según las psiquiatras Carrato & Martinez (2010),  describe un patrón de conducta que está caracterizado fundamentalmente por un extremo abandono del autocuidado (…), acumulación de basuras y objetos inservibles (…), sin que haya conciencia de enfermedad. 

Ahora bien, si trasladamos este síndrome a un escenario digital, entonces tenemos a un acumulador de contenido en la nube “por si acaso o porque me olvidé” .

Pero no eres solo tú, según una encuesta realizada por el Instituto de Marketing Digital (TEKDI), en el 2021 más del 70% de las personas entre 25 y 50 años de edad no recuerdan haber borrado archivos antiguos en el último mes, y lo que es más preocupante es que 9 de cada 10 no podían diferenciar lo que querían conservar de lo que no necesitaban en sus tabletas o teléfonos móviles. Entonces, ¿podemos suponer que esta misma conducta la trasladan a la nube?

Todos somos creadores digitales

¿Pero de qué? ¿De cuánto? ¿A qué precio?, y es que con cada dato y archivo que guardamos “digitalmente”, cada búsqueda en la web, cada correo electrónico, mensaje de chat o foto que enviamos estamos ocupando un espacio real en los grandes servidores de información, generando un consumo real de energía (principalmente para el sistema de refrigeración de los servidores) y estamos, con cada clic, contribuyendo con la emisión e incremento de CO2 en el medio ambiente.

Para ponerlo en perspectiva, Sarah Griffiths (2020), periodísta científica de la BBC, publicó los resultados de Mike Berners-Lee, miembro de la Universidad de Lancaster que investiga las huellas de carbono. Bernes-Lee determinó que un correo electrónico no deseado puede emitir 0.3g de CO2, un correo normal 4g y uno con un archivo o foto pesada hasta 50g de CO2. Estas cifras fueron procesadas 10 años atrás, por lo que según Charlotte Freitag, experta en huella de carbono de Small World Consulting, el impacto de los correos electrónicos puede haber aumentado.

¿Y mientras navegamos en internet? Según Jolanka Nickerman, Gerente del Equipo de Compensaciones de Carbono en Google, “para atender a un usuario activo de Google (usuario que realiza 25 búsquedas, mira 60 minutos de YouTube al día, tiene una cuenta de Gmail y utiliza otros servicios de la empresa), Google emite al mes la misma cantidad de CO2 que un auto genera en 1.6 Kms (1 milla) de recorrido”; es decir, un usuario activo de Google genera un promedio de 8 gramos de carbono al día.

Abro paréntesis para hacer las siguientes preguntas: ¿Eres usuario activo o “súper activo” de Google? ¿Y qué tipo de usuario eres en las demás plataformas digitales? Cierro paréntesis.

La carrera para construir un internet verde

Google, es considerado un emisor neutral de carbono, esto significa que toda la cantidad de CO2 que genera al medio ambiente es equivalente a la cantidad de emisiones de CO2 que retira de la atmósfera. Según Nickerman, todo el trabajo que realizan dejando “cero” huella de carbono, les permite atender 100.000 millones de consultas de búsqueda y 6.000 millones de horas de videos de YouTube al mes, respaldar a 750 millones de usuarios de Chrome y ofrecer Google Maps en 194 países.

Te invito a que revises  el proyecto CO2GLE de Joana Moll, investigadora digital, que monitorea a tiempo real cuántos kilos de CO2 emite Google al medio ambiente mientras navegas por la web, segundo a segundo.

Así como Google, muchas otras empresas de tecnología han iniciado desde hace varios años atrás una carrera para construir un internet verde, buscando incorporar soluciones y políticas más limpias, fomentando el uso de soluciones que prioricen la eficiencia energética, compras renovables y  transparencia en la comunicación de políticas y prácticas medioambientales. Para más información te invito a que revises el informe de Clicking Clean del 2017, para ver el puntaje y nivel de compromiso con el medio ambiente de tus empresas de tecnología favoritas.

Pero volviendo a nosotros, como usuarios finales, porque el lado empresarial viene haciendo lo suyo (o en el mejor de los casos está intentándolo), ¿qué estamos haciendo para reducir la huella de carbono que generamos diariamente? ¿Cuántos gramos de CO2 podríamos reducir en un día si redujéramos el uso de nuestras redes sociales, búsquedas en la web, mensajes de chat, correos electrónicos, envíos de gif, cantidad de historias, fotos y streaming publicados, el número de archivos y carpetas creadas? ¿Cuántos gigas podríamos liberar (y cuanta cantidad de electricidad y CO2 podríamos reducir) si  hiciéramos una “baja policía” digital en nuestros dispositivos electrónicos y en la nube de manera regular? 

Baja policía, expresión peruana que hace referencia a la recolección y eliminación de objetos que ya no son útiles o que han cumplido su ciclo de uso.

Lo cierto es que con cada clic, cada persona que tiene acceso a un dispositivo electrónico e internet, está dejando una huella de carbono en el medio ambiente. ¿Te habías hecho consciente de esto? Y ahora que lo sabes, ¿de qué manera vas a mitigar y regular el impacto del uso de tecnología y creación de contenido digital en tu día a día?
Todas estas preguntas me llevaron a pasar de una mañana de «voy a organizar mis carpetas de favoritos» a varios días de búsqueda intensiva de información, soluciones y estrategias para crear sistemas eficientes de gestión y almacenamiento de la información en la nube, las mismas que te comparto en el siguiente párrafo, para ahorrarte unos cientos de clics y al planeta, varios gramos de emisión de CO2.

Soy un verdadero Ciudadano Digital, por eso…

Para reducir el uso del espacio en la nube:

  1. Activo la opción, que tienen mis aplicaciones móviles, para no guardar los archivos directamente en la nube. 
  2. Busco almacenar, subir y guardar lo menos posible, haciéndome las siguientes preguntas:
    1. ¿Cuándo y en qué ocasión volveré a necesitar esta información?
    2. Si pudiera, ¿la imprimiría para “tenerla a la mano”?

Para reducir el sobre calentamiento de los servidores:

  1. Reproduzco mis canciones favoritas como archivos de audio en lugar de transmitirlas como un video en YouTube.
  2. Si miro un video en YouTube procuro hacerlo a una resolución más baja.
  3. Intento reducir la cantidad de fotografías, videos y estados que subo a mis redes sociales.
  4. Envío mensajes instantáneos intentando saludar, desarrollar mi idea y plantear mi propuesta en 120 caracteres (como cuando los mensajes no eran “gratis e ilimitados”).

Para reducir y organizar mis correos electrónicos:

  1. Vacío regularmente mi buzón de correo electrónico.
  2. Archivo los correos recibidos, ya leídos, y los encuentro posteriormente empleando el cuadro de búsqueda. Recomendado para personas que suelen leer y contestar correos electrónicos de inmediato.
  3. Utilizo etiquetas para ordenar los correos electrónicos y activo la sección “Prioritarios”. Lo que puedo categorizar, será más fácil de encontrar.
  4. Evito contestar correos electrónicos por partes. En un solo correo puedo y busco colocar la información relevante, evitando idas y vueltas con mi interlocutor. Aprecio y cuido su tiempo, tanto como el aire que respira.

Para reducir y organizar mis fotos:

  1. No tengo habilitada la opción que permite crear copias de seguridad automáticas. Esto me lleva a periódicamente a tener que revisar la memoria de mi celular y “eliminar” fotos que no necesito.
  2. Al subir fotos a la nube busco agruparlas por “personas, fecha, lugar”, así  me resulta más fácil encontrar mis fotos y evitar estar subiendo duplicados.
  3. Sonrío muy grande y presiono una sola vez el disparador. Una pose, una foto. Un lugar, una foto. Un encuentro, una foto. No necesitamos más y a veces tampoco necesitamos fotos.

Para reducir y organizar mis archivos:

  1. Creo solo las carpetas necesarias, con nombres genéricos. Esto es muy importante porque me permite buscar los documentos por nombre, compartidos y tipo de archivo de manera más eficiente. Menos clics, menos emisión de dióxido de carbono al medio ambiente.
  2. Intento ser muy clara en los comentarios que dejo en los archivos y documentos, para no tener que repetir lo que “quise decir” por chat, videollamada o notas de voz.
  3. Categorizo y guardo como “favorita” o “destacada” aquella información que definitivamente me tomaría la molestia de imprimir. Cuidado, tampoco va a estar bien imprimir imaginariamente lo equivalente al aparador, que ahora mismo tienes, con libros y documentos. 
  4. Hago “baja policia digital” por lo menos 3 veces al año. Ahí uno se da cuenta que más de la mitad de recursos almacenados no tiene sentido que hayan sido guardados, y la próxima vez se piensa dos veces antes de guardar o subir información.
  5. Si me comparten un archivo, ya tengo acceso a él. Evito hacer “copias”, salvo que sea estrictamente necesario.

Estoy segura que existen muchas y mejores formas de reducir la huella de carbono que dejamos mientras estamos interactuando en entornos virtuales, estas son las mías, las que según mi actividad y perfil de usuario intento aplicar en el día a día.

Regálate unos minutos para identificar cuáles son tus mejores prácticas y esos pequeños ajustes que puedes hacer para evitar el envío de un mensaje de chat diciendo “hola”, un correo electrónico diciendo “Recibido”, guardar una web o un artículo como «favorito» (si no vas a volver a consultarlo), crear y almacenar archivos que usarás una sola vez o subir varias fotos similares «por si acaso» a la nube.

Elige ser siempre parte de la solución y trasladar los mismos cuidados que tienes en espacios físicos a los espacios digitales, siendo y formando verdaderos ciudadanos digitales.

Milagros Ormachea

Milagros Ormachea

Gerente General en elevA Perú & Senior Coach Nivel A. Google Certified Educator. Google Innovator. Google Trainer. Bióloga con Maestría en Mejoramiento Genético de Plantas y Maestría en Tecnología Educativa por el TEC de Monterrey.

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